TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE
Momentos destacados entre Katniss y Peeta:
Segundo
libro
Momento 12 seleccionado:
Peeta se pondría furioso si
supiera que estaba pensando en nada de eso, así que me limito a decir:
― Así
que ¿qué deberíamos hacer con nuestros últimos días?
― Yo
sólo quiero pasarme cada posible minuto del resto de mi vida contigo.
―
Responde Peeta.
― Ven,
entonces. ― Digo, metiéndolo en mi habitación. Se siente como un
lujo, dormir con Peeta de nuevo. No me había dado cuenta hasta ahora de qué
necesitada he estado de cercanía humana. De sentirlo a él a mi lado en la
oscuridad. Desearía no haber malgastado el último par de noches dejándolo
fuera. Me hundo en el sueño, envuelta en su calor, y cuando abro los ojos de
nuevo, la luz del día entra por las ventanas.
― Sin
pesadillas. ― Dice.
― Sin
pesadillas. ― Confirmo. ― ¿Tú?
―
Ninguna. Había olvidado cómo se siente una noche de sueño de verdad.
Nos quedamos allí acostados
durante un rato, sin prisa por empezar el día. Mañana por la noche será la
entrevista televisada, así que hoy Effie y Haymitch deberán entrenarnos. Más tacones altos y comentarios sarcásticos,
pienso. Pero entonces entra la chica Avox pelirroja (Lavinia, en Sinsajo)) con
una nota de Effie diciendo que, dado nuestro reciente tour, ella y Haymitch
están de acuerdo en que nos manejamos adecuadamente en público. Las sesiones de
entrenamiento han sido canceladas.
― ¿De
verdad? ― Dice Peeta, tomando la nota de mi mano y examinándola.
― ¿Sabes lo
que significa esto? Tendremos todo el día para nosotros.
― Qué
mal que no podamos ir a ningún sitio. ― Digo con nostalgia.
―
¿Quién dice que no podamos?
El tejado. Pedimos un montón
de comida, cogemos algunas mantas, y vamos al tejado para un picnic. Un picnic
de un día completo en el jardín de flores con los tintineos de las campanillas del viento.
Comemos. Nos tumbamos al sol. Arranco viñas colgantes y uso mi recientemente adquirido conocimiento del entrenamiento para practicar
nudos y tejer redes. Peeta me dibuja. Nos inventamos un juego con el campo de
fuerza que rodea el tejado―uno de nosotros le lanza una manzana y la otra
persona tiene que cogerla. Nadie nos molesta. Hacia el final de la tarde, estoy
tumbada con la cabeza en el regazo de Peeta, haciendo una corona de
flores mientras él juguetea con mi pelo, alegando que está practicando sus
nudos. Después de un rato, sus manos se quedan quietas.
―
¿Qué? ― Pregunto.
―
Desearía poder congelar este momento, justo aquí, justo ahora, y vivir en él
para siempre.
Normalmente este tipo de
comentario, el tipo que insinúan su amor inmortal por mí me hace sentir
culpable y horrible. Pero me siento tan cálida y relajada y tan por encima de
toda preocupación por un futuro que nunca tendré que dejo que se escape la
palabra:
― Vale.
Puedo oír la sonrisa en su
voz.
―
¿Entonces lo permitirás?
― Lo permitiré.
Sus dedos vuelven a mi pelo y
me adormilo, pero él me despierta para ver el atardecer. Es de un brillo
amarillo y naranja espectacular, detrás del skyline del Capitolio.
― No
creí que quisieras perdértelo. ― Dice.
― Gracias.
― Digo. Porque puedo contar con los dedos el número de atardeceres que
me quedan, y no quiero perderme ninguno.
No bajamos para reunirnos con
los demás para la cena, y nadie sube a llamarnos.
― Me
alegro. Estoy harto de poner a todos a mi alrededor tan tristes. ― Dice Peeta.
―Todos llorando. O Haymitch . . . ― No necesita seguir.
Nos quedamos en el tejado
hasta la hora de dormir y después nos deslizamos silenciosamente de nuevo en mi
habitación sin encontrarnos con nadie.
A la mañana siguiente, nos
despierta mi equipo de preparación. Vernos a Peeta y a mí durmiendo juntos es demasiado para Octavia, porque rompe a llorar de
inmediato.
― Recuerdas lo que nos dijo Cinna. ― Dice Venia con
fiereza. Octavia asiente y se va entre sollozos
No hay comentarios:
Publicar un comentario