TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE
Momentos destacados entre Katniss y Peeta:
Momento 13 seleccionado:
― Katniss,
―dice suavemente―, no tiene sentido fingir que no sabemos lo que el otro está
intentando hacer. ― No, supongo que no lo tiene, pero tampoco es divertido
discutirlo. Bueno, no para nosotros, en cualquier caso. Los
espectadores del Capitolio estarán pegados a las
pantallas para no perderse ni una maldita palabra.
― No
sé qué clase de trato crees haber hecho con Haymitch, pero deberías saber que a
mí también me hizo promesas. ― Por supuesto, también sé esto. Le dijo a Peeta
que me mantendrían con vida para que no sospechara nada. ― Así que creo que
podemos asumir que le mintió a uno de los dos.
Esto capta mi atención. Un
doble juego. Una doble promesa. Con sólo Haymitch sabiendo cuál es real.
Levanto la cabeza, miro a Peeta a los ojos.
― ¿Por
qué dices esto ahora?
―
Porque no quiero que olvides lo diferentes que son nuestras circunstancias. Si
tú mueres, y yo vivo, no me queda ninguna vida de regreso en el Distrito Doce.
Tú eres toda mi vida. ― Dice. ― Nunca
volvería a ser feliz. ― Empiezo a objetar pero me pone un dedo en los labios. ―
Es diferente para ti. No digo que no fuera a ser duro. Pero hay otra gente que
haría que tu vida mereciera ser vivida.
Peeta se
saca la cadena con el disco dorado de alrededor del cuello. Lo sostiene a la
luz de la luna para que pueda ver claramente el sinsajo.
Después su pulgar se desliza por una ranura en la que no me había fijado antes,
y se abre. No es algo macizo, como había pensado, sino un guardapelo. Y en el
guardapelo hay fotos. En el lado derecho, mi madre y Prim, riendo. Y en el
izquierdo, Gale. Sonriendo de verdad.
No hay nada en el mundo que
pudiera acabar con mi voluntad en este momento más rápido que esas tres caras.
Después de lo que oí esta tarde . . . es el arma perfecta.
― Tu familia te necesita,
Katniss. ― Dice Peeta.
Mi familia. Mi madre. Mi
hermana. Y mi primo fingido Gale. Pero la intención de Peeta es clara. Que Gale
es de veras mi familia, o que lo será algún día, si sobrevivo. Que me casaré
con él. Así que Peeta me está dando su vida y a Gale al mismo tiempo. Para
hacerme saber que nunca debería dudarlo. Todo. Eso es lo que Peeta quiere que
coja de él.
Espero a que mencione el bebé
fingido, a que actúe para las cámaras, pero no lo hace. Y así es como sé que
nada de esto es parte de los Juegos. Que me está diciendo la verdad de cómo se
siente.
― Nadie me necesita de verdad
a mí ― Dice, y no hay autocompasión en su voz. Es cierto que su familia no lo
necesita. Llorarán su muerte, igual que harán un puñado de amigos. Pero
seguirán adelante. Incluso Haymitch, con la ayuda de un montón de licor blanco,
seguirá adelante. Me doy cuenta de que sólo hay una persona que vaya a quedar
dañada más allá de todo arreglo si Peeta muere. Yo.
― Yo sí ― Digo. ― Yo te
necesito. ― Parece disgustado, toma aire como si para empezar una larga
argumentación, y eso no es bueno, nada bueno, porque empezará a hablar sobre
Prim y mi madre y todo y me quedaré confusa. Así que antes de que pueda hablar,
detengo sus labios con un beso.
Siento esa cosa de nuevo. La
cosa que sólo sentí una vez antes. En la cueva el año pasado, cuando estaba
intentando que Haymitch nos enviara comida. Besé a Peeta unas mil veces durante esos Juegos y
después. Pero sólo hubo una vez que me hizo sentir que algo vibraba en mi
interior. Sólo una que me hizo querer más. Pero la herida de mi cabeza empezó a
sangrar y me obligó a acostarme.
Esta vez, no hay nada más que
nosotros mismos para interrumpirnos. Y después de unos pocos intentos, Peeta se
rinde en su intención de hablar. La sensación dentro de mí se hace más cálida y se extiende por
mi pecho, por todo mi cuerpo, a lo largo de mis brazos y piernas, hasta las
puntas de mi ser. En vez de satisfacerme, los besos tienen el efecto opuesto,
de hacerme necesitar más. Creí que era algo así como una experta en el hambre,
pero esta es de una clase completamente nueva. Es el primer rayo de la
tormenta de relámpagos ―el rayo golpeando el árbol a medianoche― el que nos
devuelve el sentido. También despierta a Finnick. Se sienta con un
breve grito. Veo sus dedos
enterrándose en la arena mientras se asegura a sí mismo de que fuera cual fuera
la pesadilla que habitaba, no era real.
― Ya
no puedo dormir más. ― Dice. ― Uno de vosotros debería descansar.
― Sólo entonces parece darse cuenta de nuestras expresiones, de la forma en
la que estamos envueltos el uno en el otro. ― O los dos, puedo vigilar solo.
Sin
embargo, Peeta no le deja.
― Es
demasiado peligroso. ― Dice. ― Yo no estoy cansado. Acuéstate tú
Katniss. ― No pongo objeciones porque sé que necesito el sueño si voy a ser de
alguna utilidad manteniéndolo con vida. Le dejo que me dirija hasta donde están
los demás. Pone la cadena con el guardapelo alrededor de mi cuello, después
posa la mano sobre el punto donde estaría nuestro bebé ― Vas a ser una gran
madre, ya lo sabes. ― Dice. Me besa una última vez y vuelve con Finnick.
Su referencia al bebé señala
que nuestro tiempo muerto en los Juegos se ha terminado. Que sabe que el
público se estará preguntando por qué no ha utilizado el argumento más persuasivo
de su arsenal. Los patrocinadores deben ser manipulados. Pero mientras
me estiro sobre la arena me pregunto, ¿podría ser más? ¿Como un recordatorio
para mí de que todavía podría tener hijos con Gale algún día? Bueno, si era
eso, fue un error. Porque para empezar, nunca ha sido parte de mi plan. Y
además, si sólo uno de los dos puede ser padre, cualquiera puede ver que
debería ser Peeta.
Mientras me duermo, intento
imaginarme ese mundo, en algún lugar en el futuro, sin Juegos, sin Capitolio.
Un lugar como la pradera de la canción que le canté a Rue mientras moría. Donde
el hijo de Peeta podría estar a salvo.
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