miércoles, 27 de noviembre de 2013

TRIBUTO A LOS JUEGOS DEL HAMBRE

Momentos destacados entre Katniss y Peeta:


Segundo libro

Momento 13 seleccionado:


― Katniss, ―dice suavemente―, no tiene sentido fingir que no sabemos lo que el otro está intentando hacer. ― No, supongo que no lo tiene, pero tampoco es divertido discutirlo. Bueno, no para nosotros, en cualquier caso. Los espectadores del Capitolio estarán pegados a las pantallas para no perderse ni una maldita palabra.

No sé qué clase de trato crees haber hecho con Haymitch, pero deberías saber que a mí también me hizo promesas. ― Por supuesto, también sé esto. Le dijo a Peeta que me mantendrían con vida para que no sospechara nada. ― Así que creo que podemos asumir que le mintió a uno de los dos.
Esto capta mi atención. Un doble juego. Una doble promesa. Con sólo Haymitch sabiendo cuál es real. Levanto la cabeza, miro a Peeta a los ojos.

¿Por qué dices esto ahora?

Porque no quiero que olvides lo diferentes que son nuestras circunstancias. Si tú mueres, y yo vivo, no me queda ninguna vida de regreso en el Distrito Doce. Tú eres toda mi vida. ― Dice. ― Nunca volvería a ser feliz. ― Empiezo a objetar pero me pone un dedo en los labios. ― Es diferente para ti. No digo que no fuera a ser duro. Pero hay otra gente que haría que tu vida mereciera ser vivida.



Peeta se saca la cadena con el disco dorado de alrededor del cuello. Lo sostiene a la luz de la luna para que pueda ver claramente el sinsajo. Después su pulgar se desliza por una ranura en la que no me había fijado antes, y se abre. No es algo macizo, como había pensado, sino un guardapelo. Y en el guardapelo hay fotos. En el lado derecho, mi madre y Prim, riendo. Y en el izquierdo, Gale. Sonriendo de verdad.
No hay nada en el mundo que pudiera acabar con mi voluntad en este momento más rápido que esas tres caras. Después de lo que oí esta tarde . . . es el arma perfecta.





― Tu familia te necesita, Katniss. ― Dice Peeta.




Mi familia. Mi madre. Mi hermana. Y mi primo fingido Gale. Pero la intención de Peeta es clara. Que Gale es de veras mi familia, o que lo será algún día, si sobrevivo. Que me casaré con él. Así que Peeta me está dando su vida y a Gale al mismo tiempo. Para hacerme saber que nunca debería dudarlo. Todo. Eso es lo que Peeta quiere que coja de él.

Espero a que mencione el bebé fingido, a que actúe para las cámaras, pero no lo hace. Y así es como sé que nada de esto es parte de los Juegos. Que me está diciendo la verdad de cómo se siente.

― Nadie me necesita de verdad a mí ― Dice, y no hay autocompasión en su voz. Es cierto que su familia no lo necesita. Llorarán su muerte, igual que harán un puñado de amigos. Pero seguirán adelante. Incluso Haymitch, con la ayuda de un montón de licor blanco, seguirá adelante. Me doy cuenta de que sólo hay una persona que vaya a quedar dañada más allá de todo arreglo si Peeta muere. Yo.

― Yo sí ― Digo. ― Yo te necesito. ― Parece disgustado, toma aire como si para empezar una larga argumentación, y eso no es bueno, nada bueno, porque empezará a hablar sobre Prim y mi madre y todo y me quedaré confusa. Así que antes de que pueda hablar, detengo sus labios con un beso.



Siento esa cosa de nuevo. La cosa que sólo sentí una vez antes. En la cueva el año pasado, cuando estaba intentando que Haymitch nos enviara comida. Besé a Peeta unas mil veces durante esos Juegos y después. Pero sólo hubo una vez que me hizo sentir que algo vibraba en mi interior. Sólo una que me hizo querer más. Pero la herida de mi cabeza empezó a sangrar y me obligó a acostarme.

Esta vez, no hay nada más que nosotros mismos para interrumpirnos. Y después de unos pocos intentos, Peeta se rinde en su intención de hablar. La sensación dentro de mí se hace más cálida y se extiende por mi pecho, por todo mi cuerpo, a lo largo de mis brazos y piernas, hasta las puntas de mi ser. En vez de satisfacerme, los besos tienen el efecto opuesto, de hacerme necesitar más. Creí que era algo así como una experta en el hambre, pero esta es de una clase completamente nueva. Es el primer rayo de la tormenta de relámpagos ―el rayo golpeando el árbol a medianoche― el que nos devuelve el sentido. También despierta a Finnick. Se sienta con un
breve grito. Veo sus dedos enterrándose en la arena mientras se asegura a sí mismo de que fuera cual fuera la pesadilla que habitaba, no era real.

Ya no puedo dormir más. ― Dice. ― Uno de vosotros debería descansar. 

― Sólo entonces parece darse cuenta de nuestras expresiones, de la forma en la que estamos envueltos el uno en el otro. ― O los dos, puedo vigilar solo.

Sin embargo, Peeta no le deja.

― Es demasiado peligroso. ― Dice. ― Yo no estoy cansado. Acuéstate tú Katniss. ― No pongo objeciones porque sé que necesito el sueño si voy a ser de alguna utilidad manteniéndolo con vida. Le dejo que me dirija hasta donde están los demás. Pone la cadena con el guardapelo alrededor de mi cuello, después posa la mano sobre el punto donde estaría nuestro bebé ― Vas a ser una gran madre, ya lo sabes. ― Dice. Me besa una última vez y vuelve con Finnick.

Su referencia al bebé señala que nuestro tiempo muerto en los Juegos se ha terminado. Que sabe que el público se estará preguntando por qué no ha utilizado el argumento más persuasivo de su arsenal. Los patrocinadores deben ser manipulados. Pero mientras me estiro sobre la arena me pregunto, ¿podría ser más? ¿Como un recordatorio para mí de que todavía podría tener hijos con Gale algún día? Bueno, si era eso, fue un error. Porque para empezar, nunca ha sido parte de mi plan. Y además, si sólo uno de los dos puede ser padre, cualquiera puede ver que debería ser Peeta.

Mientras me duermo, intento imaginarme ese mundo, en algún lugar en el futuro, sin Juegos, sin Capitolio. Un lugar como la pradera de la canción que le canté a Rue mientras moría. Donde el hijo de Peeta podría estar a salvo.

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